viernes, noviembre 10, 2006
martes, noviembre 07, 2006
Quedan escritas en kilometros tus últimas palabras,
porque descifrarlas me volvería loco,
porque acudo a ellas cada día para salvarme.
Con el tiempo acumulado en un reloj sin hora,
en una ventana que da a un mar que aborbió ayer la noche.
Los días son de por sí bastante duros sin ti.
El agua se convierte en ceniza,
y el pasillo de mi casa un jardín de flores secas.
Porque a tu lado vi amanecer en un campo de girasoles,
porque a tu lado la línea del horizonte cabe en tu mirada.
porque descifrarlas me volvería loco,
porque acudo a ellas cada día para salvarme.
Con el tiempo acumulado en un reloj sin hora,
en una ventana que da a un mar que aborbió ayer la noche.
Los días son de por sí bastante duros sin ti.
El agua se convierte en ceniza,
y el pasillo de mi casa un jardín de flores secas.
Porque a tu lado vi amanecer en un campo de girasoles,
porque a tu lado la línea del horizonte cabe en tu mirada.
En lugar de gritar,
en lugar de correr
me aferré con fuerza.
Prendí fuego a unos pasos
que lentamente me traicionaban.
Y quieto, asomado
desde una de tus promesas
huí en aviones de papel.
¿A quién le importó?
En unos días
el reloj volcó
la arena en la mesa.
Y en pocos minutos
me desnudé,
quedando a la deriva,
alejado de las voces,
protegido en el eco
que ocultaban en tus piernas.
en lugar de correr
me aferré con fuerza.
Prendí fuego a unos pasos
que lentamente me traicionaban.
Y quieto, asomado
desde una de tus promesas
huí en aviones de papel.
¿A quién le importó?
En unos días
el reloj volcó
la arena en la mesa.
Y en pocos minutos
me desnudé,
quedando a la deriva,
alejado de las voces,
protegido en el eco
que ocultaban en tus piernas.
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