domingo, diciembre 24, 2006


En la cafetería del tren
está el borracho
con su gorra de marinero.

Habla con la silla
vacía
de su izquierda
mientras el camarero
le sirve
otro whiskey.

Con las miradas
clavadas
en él.

Y sus sueños
en un poema con marcas
de apoyar
demasiadas veces
un vaso.

Todos los barcos
naufragaron para él.

Pero en el faro
aún le recuerdan.

Y mientras nadie lo ve
vuelve a su asiento,
y se sienta,
y se duerme.

Y pasadas dos horas
regresa con otra
copa entre
sus manos.

O con una pistola
que carga cada día
para asegurar el tiro.

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