Recibí este libro gracias a un intercambio. Yo regalé un libro que estaba duplicado en mis estanterías y recibí éste. He de decir que, al leerlo, se aprecia perfectamente el gusto de Perec por el juego con las palabras. Es un libro divertido, donde cada página supone un reto en escritura. Seguramente sería muy interesante leerlo en el idioma original para apreciar todos los matices que tiene, pero hay que dar la enhorabuena a los traductores, ya que han hecho un trabajo muy bueno y, sinceramente, no creo que lo hayan tenido fácil a la hora de enfrentarse a los textos. Merece la pena destacar también el ÍNDICE de las flores y los ornamentos retóricos y, más exactamente, de las metábolas y las parataxis que el autor cree haber encontrado en el texto que se acaba de leer, que se encuentra al final del libro.
Lo dicho, una delicia de libro.
Había un tío, lo llamaban Karamanlis, o algo así: ¿Karatoro? ¿Karavaka? ¿Karagüevo? Bueno, Karaalgo. En todo caso, no era un nombre cualquiera, era de esos que se te quedan, que no olvidas así como así. Habría podido ser un abstracto armenio de la Escuela de París, un luchador búlgaro, un carnicero tártaro; o sea, un tipo de por esas tierras, un balcánico, un yogurtófago, un eslovófilo, un turco.
Georges Perec. ¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo del patio? Alpha Decay. 2009.
Lo dicho, una delicia de libro.
Había un tío, lo llamaban Karamanlis, o algo así: ¿Karatoro? ¿Karavaka? ¿Karagüevo? Bueno, Karaalgo. En todo caso, no era un nombre cualquiera, era de esos que se te quedan, que no olvidas así como así. Habría podido ser un abstracto armenio de la Escuela de París, un luchador búlgaro, un carnicero tártaro; o sea, un tipo de por esas tierras, un balcánico, un yogurtófago, un eslovófilo, un turco.
Georges Perec. ¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo del patio? Alpha Decay. 2009.
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