domingo, septiembre 25, 2005


Todos los veranos esperábamos con impaciencia que montaran a las afueras del pueblo el cine de verano. En el campo de fútbol, que en ese tiempo perdía su uso, instalaban la pantalla, una barra a modo de bar y todas las sillas de plástico unidas por los reposabrazos formando las filas. Las sesiones eran dobles, y allí vi todas las películas del oeste que recuerdo haber visto nunca. Mamá siempre nos preparaba unos bocadillos que nos comíamos en el descanso y una chocolatina para el postre. Algunos días nos colábamos para repetir las películas pero sin pagar, y entonces las veíamos tumbados entre unos arbustos a la izquierda de la entrada. Lo malo era, que al ser descubierto, los días que llovía permanecía cerrado.

1 comentario:

Mathieu Saladin dijo...

"La N es de Neville, que falleció de puro tedio"

Como veo que nadie se atreve a escribirte excepto un usuario anónimo que se ofrece a enseñarte el "International Bussiness" (?), he decidido dar el gran paso y dedicrte unas palabras. Gracias por deleitarnos con tus fabulosos relatos que causan furor en las mentes anhelosas de pensamientos oníricos como las nuestras. Y por cierto , ya le dire a mis amigos que te escriban y no sean tan cagados (cvalda si lees esto va por ti, que el pobre das necesita apoyo moral, jeje). Un abrazo de tu amigo y bienhechor(porque a ti tampoco quiero hacerte ningun mal en concreto).

"Muertos no son los que en dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría, muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía"
No nos deje morir.